¿Puede haber algo más injusto que acabar con la vida de un ser indefenso?
Sin duda: La hipocresía de quienes dicen alzarse en defensa de los “sin voz” y en realidad solamente están movidos por el resentimiento y por el ánimo de imponer su propia moral al resto del mundo.
Y si no es así, por favor, que alguien trate de explicar esta paradoja:
En 2010 un ejemplar joven de orca apareció varado en la costa de Holanda, fue rescatada y la administración competente decidió que no tenía garantías de sobrevivir si era devuelta al mar. Finalmente se descartó la alternativa de la eutanasia y se optó por introducirla en un grupo de orcas bajo cuidado humano. Esa orca es Morgan, Loro Parque aceptó el compromiso de colaborar con la Administración Holandesa, y hoy nada feliz junto con el resto del grupo en Orca Ocean. Esto es exactamente lo que se espera de un zoológico, que acepte colaborar cuando hay animales que necesitan ayuda. Sin embargo, lejos de reconocer el compromiso con el bienestar animal, el caso de Morgan desató una campaña de críticas absolutamente sin precedentes de algunas organizaciones animalistas. Estas organizaciones de “bienestar animal” se movilizaron para captar fondos con los que financiar un largo proceso judicial sin sentido, ya que los tribunales han confirmado una y otra vez que la Administración Holandesa cumplió estrictamente con la ley. Incluso han ido más allá con la publicación de informes “supuestamente científicos” en los que tratan de desacreditar a todos aquellos que se han preocupado por el bienestar de Morgan.
Sin embargo, casi tres años después, a principios de este mes de abril, otro joven ejemplar de orca varó en las costas de Noruega y la administración también decidió que, si se devolvía al mar, no tendría garantías de sobrevivir. En este caso la decisión de las autoridades fue mucho más simple y económica: matarla con dos disparos de rifle. Ante esta situación, uno esperaría que las organizaciones en defensa de los “sin voz”, los paladines de la supervivencia de las orcas en el Atlántico Norte, se alzaran en defensa de los derechos para salvar la vida de ese ejemplar varado. Pues no, al contrario, en muchos foros animalistas se felicitaban de la muerte de este animal porque así no caería en las “garras” de los zoológicos. La muerte de esta orca pasó totalmente ignorada, sin una sola protesta, todo lo contrario, los pocos comentarios de los animalistas aplaudían ese final.
Raro, ¿verdad?. Pues todavía es más raro si por un momento consideramos que este desproporcionado esfuerzo por parte de algunas organizaciones “de protección animal” está dirigido a salvar ejemplares de una especie que no está amenazada, mientras cientos de especies se extinguen cada día en nuestro Planeta en una crisis de biodiversidad global sin parangón.
Lamentablemente ya no podemos albergar esperanzas de que las autoproclamadas organizaciones de “bienestar animal” comprendan que hay que priorizar los esfuerzos y los escasos recursos en ayudar a las especies de animales más amenazadas. Pero ¿Sería mucho pedir que fueran coherentes y dedicaran el mismo esfuerzo en proteger la vida y el bienestar de todas las orcas varadas?