Esta absurda idea de usar las rake marks (marcas de rastrillo, según su traducción al español) como una evidencia de agresión antinatural en cetáceos bajo cuidado humano es un poco reciente. En 2012, Free Morgan Foundation estaba desesperada luchando contra la decisión de la corte holandesa de transportar a Morgan a Loro Parque. A pesar de que Morgan fue transferida en 2011, el caso continuó en Holanda hasta 2014. Cuando el Raad van State (Tribunal Supremo holandés) dictaminó que el transporte de Morgan era absolutamente legal (y la única forma de evitar la eutanasia) de Holanda.
Sin embargo, desde el principio, Free Morgan Foundation estaba oponiéndose al trasporte y tercamente exigiendo a la corte Holandesa la liberación y su inmediata transferencia a un santuario (que no existía hasta 2011 y sigue sin existir a día de hoy). Por esa razón, en 2011, Free Morgan Foundation empezó una campaña contra Loro Parque, tratando de probar a toda costa que Morgan estaba en una terrible situación en Orca Ocean. Con ese único objetivo en mente, Ingrid Visser escribió un informe[1] no científico en el que intentaba representar el enorme sufrimiento de Morgan en Loro Parque. Esta fue la primera vez que ella describió las rakes marks o marcas de rastrillo como una evidencia de agresión en cautividad, sugiriendo que las orcas salvajes eran gentiles gigantes que nunca se muerden entre ellas. Este fue el comienzo del mito.
Esta historia engañosa tenía como objetivo solo destruir la reputación de Loro Parque, argumentando que Morgan estaba en peligro, pero no hay una ciencia sólida detrás de esto. No existe literatura científica que compare las marcas de rastrillo en los cetáceos salvajes y cautivos, por lo tanto, no hay forma de dilucidar si la agresión se intensifica bajo el cuidado humano.
Lo que es absolutamente claro en la literatura científica es que las marcas de rastrillos son frecuentemente encontradas en los cetáceos salvajes. La primera descripción de estas marcas de rastrillo en una orca salvaje es de 1978, cuando el primer análisis de la especie fue publicado[2]. Si algún catálogo de fotoidentificación es consultado, las rakes marks aparecerán en cada ejemplar[3] [4]. Las marcas de rastrillo son tan comunes que recientemente, Marley et al., las usó para identificar los distintos niveles de agresión en los delfines salvajes[5]. En este estudio científico se demostró que el 60% de los delfines tenían marca de rastrillos y el resto (40%) generalmente eran animales jóvenes que suelen estar envueltos en conductas agresivas. En esta práctica, se demuestra que cualquier cetáceo tiene marcas de rastrillo y puede ser fácilmente confirmado con una simple búsqueda en una base de datos científica, que provea ejemplos de estos estudios que usan las marcas de rastrillo para describir y medir las agresiones en los cetáceos salvajes. [6] [7] [8] [9] [10] [11], y son consideradas tan comunes por los investigadores que incluso se describen como “marcas naturales”[12].
Irónicamente, eso no es algo que Ingrid Visser haya ignorado cuando escribió su informe contra Loro Parque en 2011, ya que fue autora en 1998 de un artículo científico que describe prolíficas marcas de rastrillo y aletas dorsales colapsadas en algunas orcas encontradas en Nueva Zelanda. Sin embargo, Visser no mencionó ninguno de los documentos científicos que describían las marcas de rastrillo en los cetáceos salvajes cuando presentó su informe al Tribunal holandés en 2012. De hecho, cuando habló sobre la aparición del mismo tipo de marcas en Morgan en este informe, ella también olvidó mencionar su investigación previa sobre las prolíficas marcas de rastrillo en las orcas salvajes en Nueva Zelanda. Eso indica claramente una falta de ética, y, sin ninguna duda, demuestra que, a veces, incluso los científicos prefieren priorizar sus objetivos políticos sobre sus conocimientos científicos.